Foto: Diane Cook y Len JenshelEl monte Saint Helens, flanqueado por los montes Adams (a la izquierda) y Hood, vuelve poco a poco a la vida, abriendo muchos interrogantes. La erupción de hace 30 años mató a 57 personas y destruyó más de 500 kilómetros cuadrados de bosque.
Treinta años después de la erupción, el monte Saint Helens vuelve a la vida.
Treinta años después, el lago Spirit encierra un nuevo misterio. ¿Cómo han reaparecido los peces, ahora el doble de grandes que los de antes de la erupción? Cada uno tiene su teoría. Smith, director de Eco Park Resort, el camping que hay al borde del monumento volcánico, cree que las truchas bajaron del lago Saint Helens, más pequeño y situado más arriba, durante una crecida.
Pero en ese lago sólo hay salvelinos, y los peces del Spirit son truchas arco iris. Bob Lucas, biólogo del Departamento de Pesca y Vida Salvaje de Washington, cree que las han introducido de manera ilegal. A finales de la década de 1990 recibió una llamada anónima que pareció confirmarlo: «Soy el que puso los peces». Los análisis genéticos preliminares realizados por Charlie Crisafulli, ecólogo del Servicio de Bosques, indican que las truchas no descienden de la población original. Pero lo importante para él no es saber cómo llegaron, sino cómo han crecido tanto. En el trigésimo aniversario de la erupción del 18 de mayo, una de las pocas cosas seguras sobre las truchas del lago Spirit es que han dado a todos (ecologistas, científicos, pescadores, congresistas, guardabosques y empresarios de la zona) un tema más de conversación.
El lago, de 11 kilómetros cuadrados, se encuentra ahora en el centro de un área de investigación de acceso restringido que ocupa aproximadamente la cuarta parte de los 445 kilómetros cuadrados del Monumento Volcánico Nacional Monte Saint Helens, creado en 1982 por el Congreso de Estados Unidos para «proteger los recursos geológicos, ecológicos y culturales […] y conservarlos en el estado más natural posible, permitiendo que las fuerzas geológicas y los sucesos ecológicos sigan su curso sin impedimento alguno». Esa parte de la zona afectada por la erupción, cerrada en su mayor parte al público, se ha convertido en uno de los mayores experimentos del planeta.
El volcán experimentó un nuevo período de actividad entre 2004 y 2008, cuando fascinó a geólogos y curiosos con columnas de vapor y ceniza lanzadas a más de 9.000 metros de altura y con la formación de un nuevo domo de lava en el cráter. Pero muchas de las observaciones más interesantes de la zona corresponden al ámbito de la ecología.
Como laboratorio natural para el estudio de la recuperación de los ecosistemas, la zona de la erupción no tiene rival. «Es la perturbación forestal a gran escala más estudiada del mundo», afirma Crisafulli. La han examinado desde todos los ángulos y en casi todas las magnitudes, desde las moléculas hasta los ecosistemas, desde las bacterias hasta los mamíferos y desde las fumarolas hasta los prados inundados. Casi a diario llegan visitantes deseosos de aprender algo del Saint Helens, y con frecuencia viene gente de Alaska o de Chile para saber qué esperar tras las erupciones en sus territorios.